martes, 13 de enero de 2009

Terrazas en el Parque Arqueológico Pumapungo











La herencia cultural de los pueblos prehispánicos que habitaron en la zona austral del actual Ecuador –cifrada la religiosidad profunda, el respeto a la tierra, el trabajo de la arcilla y los metales- constituye, sin duda, parte fundamental de nuestra identidad.



Cuenca se levanta sobre la antigua ciudad inca de Tomebamba, lugar de nacimiento de Huayna-Cápac, el más célebre de los señores del Tahantinsuyo, hijo del emperador Tupac Yupanqui, quien decidió fundarla sobre el asentamiento cañari de Guapdondélic, por motivos políticos, pero también debido a una indudable atracción por el sitio.








El clima benigno, los amenos paisajes del entorno, la abundancia de agua y la extendida fama de sus habitantes por su habilidad de orfebres y ceramistas, determinaron la llegada al sector de los primeros europeos, que establecieron un Recinto, a principios del siglo XVI.



Décadas más tarde, el día lunes 12 de abril de 1557, por orden del virrey del Perú Andrés Hurtado de Mendoza, Gil Ramírez Dávalos, en unión de un grupo de españoles y de los caciques Diego, Juan Duma, Luis y Hernando Leopulla fundaron una ciudad bajo el nombre de Santa Ana de los ríos de Cuenca.



El periodo Colonial duró tres siglos, en los que se consolida una personalidad mestiza de interesantes rasgos: sensible, amante del paisaje, conservadora de sus bienes, tranquila y laboriosa, que se enriqueció, particularmente, por el comercio de sus artesanías, en especial de sus tejidos, y gracias a la explotación y trabajo de los metales.



Otro rasgo de mestizaje fue la apropiación de un modelo arquitectónico proveniente, sobre todo, de la región de Andalucía, construido mayoritariamente con los materiales del sector, marcará de modo definitivo el rostro urbano de la pequeña ciudad, su carácter de villa colonial, en pleno período republicano. Mérito adicional es haber conservado en el centro histórico la traza geométrica en damero, respetando la división del espacio urbano por barrios, de acuerdo con la ocupación de sus habitantes.



La importancia política y económica alcanzada por la provincia azuayo-cañari durante la época colonial y, sobre todo, por la ciudad de Cuenca, que llega en el siglo XVIII a ser una de las más pobladas del antiguo Reino de Quito, determinó el movimiento independentista del 3 de noviembre de 1820, que estaba a tono con lo que ocurría en el resto del país. No hay sino que pensar en las fechas de independencia de Guayaquil, Loja o Azogues, para confirmar lo dicho.



El resto de la historia de Cuenca sufre los vaivenes del período previo a la República y de la intensa vida republicana del Ecuador, en la cual la ciudad ha ocupado siempre un papel protagónico

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